El canto ha acompañado a los creyentes desde siempre. Es una parte importante en nuestros cultos y reuniones, y aún de nuestras vidas. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los creyentes cantamos?
El autor Alfred Küen en su libro La música en la Biblia y en la iglesia reflexiona en la pregunta “¿por qué cantamos en la iglesia?” y dice:
¿Por costumbre? ¿Por obligación? ¿Para respetar la tradición o para rellenar los tiempos muertos? En estos casos, ¿no sería mejor dejar este tiempo para el estudio de la Palabra de Dios? Si estamos de acuerdo en que las letras de los cánticos contienen un mensaje válido, podríamos leerlas juntos, ya que fuera más rápido y nos permitiera, quizás, concentrarnos más en el significado. Si hay una actividad artística que se impone a la iglesia ¿no se podría escoger otra: el teatro, la poesía o la pintura? ¿Por qué mantener en primer lugar la música, y especialmente al cántico?
Más allá de causas psicológicas o culturales, quisiera compartir algunas razones bíblicas del por qué cantamos. Seguro que pueden aparecer muchas, por lo que esta no es una lista exhaustiva.
1. Cantar es un mandato de Dios
Dios nos invita a cantarle. No debemos pasar por alto este hecho. Esto solo debería ser suficiente para nosotros. Mira estos versículos:
- “Cantad alabanzas al Señor, vosotros sus santos” (Sal. 30:4).
- “Cantadle cántico nuevo; tañed con arte, con voz de júbilo” (Sal. 33:3).
- “Cantad la gloria de su nombre; haced gloriosa su alabanza” (Sal. 66:2).
- “¡Aleluya!… cantad alabanzas a su nombre, porque es agradable” (Sal. 135:3).
Dios mismo es quien nos manda a hacerlo o, como lo diría Keith Getty en su libro Sing! [¡Canta!], “No cantar es desobedecer a Dios”. Debemos cantarle alabanzas, cantar a la gloria de su nombre, también debemos hacerlo bien. Esto trae gloria a nuestro Señor y gozo a nosotros.
2. Es una herramienta para nuestra memoria
El canto cristiano dista mucho de ser un simple y espontáneo estallido de emoción. Al cantar a Dios nuestro propósito va mas allá de sentirnos bien –aunque lo incluye– va con el propósito de exaltar a Dios, reconocer quien es él y qué ha hecho.
En Deuteronomio 31:19 Dios ordena a Moisés que escriba un cántico y que lo enseñe a los hijos de Israel. El propósito de este canto lo descubrimos en las siguientes palabras: “este cántico declarará contra ellos como testigo (pues no lo olvidarán los labios de sus descendientes)” (Dt. 31:21). Ellos recordarían que Dios les había advertido de no apartarse de él.
De igual manera, nuestras alabanzas deben recordarnos la Palabra de Dios. Debemos llenar nuestras bocas, nuestras mentes y corazones de la mismísima Palabra del Señor, al hablar y al cantar. Por eso el creyente canta, porque al cantar letras conforme a las Escrituras recordamos su Palabra y sus promesas, que nunca pasarán.
3. Nos permite expresar nuestros más nobles sentimientos hacia nuestro Señor
El canto involucra todo nuestro ser. No es solo nuestra voz o nuestra respiración, es también nuestra alma y nuestras emociones. Cantar nos da la oportunidad de expresar actitudes interiores mucho mejor que solo usando palabras habladas.
Solo dando una hojeada por los Salmos nos daremos cuenta que los autores cantaban a Dios en todo tipo de situaciones y también en todos los estados de ánimo. Nosotros podemos hacer lo mismo. Los cánticos elevan nuestros espíritus y permiten que afloren nuestros más sublimes afectos. ¿No deberíamos dedicar a Dios esas emociones? Los salmistas cantaban a Dios en:
- La alegría: “Darán voces de júbilo mis labios, cuando te cante alabanzas” (Sal. 71:23).
- El bienestar: “Cantaré al Señor, porque me ha colmado de bienes” (Sal. 13:6).
- En la aflicción: “Oh Señor, Dios de mi salvación, de día y de noche he clamado delante de ti” (Sal. 88:1).
- En gratitud: “Con todo mi corazón te daré gracias… cantaré alabanzas” (Sal. 138:1).
- Con acción de gracias: “Cantad al Señor con acción de gracias” (Sal. 147:7).
- Mostrando confianza: “El Señor es mi fuerza y mi escudo… por tanto, mi corazón se regocija, y le daré gracias con mi cántico” (Sal. 28:7).
Por lo tanto, tenemos el permiso y el deber –ambas cosas– de cantar a nuestro Dios. Le reconocemos como nuestro Señor y Salvador. Reconocemos su obra en medio nuestro y a él le damos nuestros más profundos sentimientos.
En resumen, cantar no es una simple opción, es un mandato. El cantar nos ayuda a recordar la Palabra de Dios y nos permite expresar a Dios nuestros más nobles sentimientos. Cantamos a Dios porque él es digno y nosotros lo necesitamos.